El problema de las barras bravas es más que una rabieta de muchachos. Por eso, hay que establecer una mesa permanente de trabajo interdisciplinario, que profundice el estudio del problema. En ella deben participar la Alcaldía, el Inder, la Di mayor, la Federación de Fútbol, los clubes, periodistas, jugadores, técnicos, hinchas, científicos sociales y la Policía. Los medios de comunicación, por su lado, deben hacer un alto, cultivar la autocrítica y analizar su responsabilidad social. Son canales de educación y orientación, y no vehículos para incitar pasiones. Su papel debe promover la reflexión. Se sugiere que comentaristas y narradores estudien más. En últimas, todavía hay tiempo para tratar el problema con eficacia y profundidad. Así, algún día, el fútbol volverá a ser una fiesta y no una guerra fratricida.
Los líderes aceptan que los enfrentamientos con “los del frente” han distorsionado la razón de ser de las barras y los hace ver ante la sociedad como barras bravas. Para atacar esos precedentes y dejar en claro que sólo son un grupo de amigos que se identifican por el amor que le tienen a su equipo, poseen un serio programa educativo y formativo.
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